#ElPerúQueQueremos

Barbie contra Barbie

El reciente estreno de la película Barbie y los discursos confrontados, más allá de un exitoso producto de marketing.

Publicado: 2023-07-27

Aunque algunos hayamos crecido mirándola de reojo, es imposible no reconocer qué es una Barbie. Durante décadas han formado parte del sueño de niñas y niños que, al tenerlas en mano, han dado rienda suelta al imaginario de un futuro ideal, independiente, exitoso y ¿perfecto?

Durante décadas, también, este juguete ha acompañado un ideario paradójico de la sexualidad sin sexo. Un discurso comercial y convencional hecho únicamente para el entretenimiento infantil –aunque castrado- en el que la pregunta sobre el sexo, la ausencia de genitales y la exploración de un porqué, marcarían el fin de la infancia y el despertar a la pubertad (considerando que las niñas comienzan a ser púberes un par de años antes que los niños).

¡Hola, Barbie!

Si bien Margot Robbie y Ryan Gosling nos tienen acostumbrados a personajes caricaturescos, musicales y coreográficos, da la impresión que la sobreactuación se desborda al inicio de esta película y que, incluso, caen en un desafortunado desperdicio. Sin embargo, el nudo que nos propone el argumento nos devuelve la gran capacidad actoral con que esta bien seleccionada dupla presenta la hegemonía y la materialización de Barbie y Ken.

El inicio del film, además, nos aproxima a un espectacular homenaje a “el amanecer del hombre”, la escena más emblemática de 2001: Odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick, en la que se simboliza la evolución del primate en hombre y la conquista del espacio, representadas en la película de Greta Gerwig por niñas rompiendo sus viejas muñecas ante la portentosa llegada de una colosal Barbie.

Pero ¿qué nos mueve a ver Barbie en el cine? Mucho se ha dicho que el empoderamiento y el feminismo han sido cruciales en el argumento de esta producción que lleva nueve años de camino tortuoso hasta su final rodaje y estreno. Y es cierto. En casi una década los discursos se han agudizado y el debate por la sexualidad, el sexismo y el blanqueamiento de la perfección han calado hondo en el cine, sobre todo en el live action de recientes adaptaciones. Y todo ello se hace evidente en una película que trata de incluir cada sujeto invisibilizado socialmente en una versión de Barbie y Ken, como si se tratase de una inclusión forzada a encajar en el discurso de la belleza y la perfección. Hay cada Barbie para cada Ken; un Allan y una Barbie “rarita” para nadie.

Tomemos literalmente como ambiciosa esta película que, de manera superficial, trata de incluir temas complejos –pero actuales-, en forzados personajes que hoy por hoy aún no son parte del argumento infantil de la inclusión, sexualidad e igualdad en muchos países donde impera el comercio de la legendaria muñeca. Una carencia que bien se aceita en el humor para echar a andar sus engranajes. No es extraño que, durante las proyecciones, sean las carcajadas adultas y masculinas las que retumben en la sala.

Por otro lado, el guión de la pareja (en la vida real) de Greta Gerwig y Noah Baumbach, intenta confrontar los estereotipos con las narrativas de género, mediante diálogos irreverentes, impostados y lúdicos entre lo bonito y lo feo, lo viejo y lo nuevo y otras oposiciones. Pero la mayor audacia viene de la mano del recurso de la ficción y la realidad. Una ecuación que ha funcionado muy bien en la literatura infantil y juvenil, como en La historia interminable, de Michael Ende; pero que en el cine adquiere un brillo particular por ser la misma esencia de su arte: ¿Qué es el cine sino aquella confrontación de la ficción entre cuatro paredes y lo real en un mundo inmenso? Y esta es una audacia que funciona bien en el guión y le da sustancia y ritmo al film, más allá de lo inevitablemente predecible.

¿Ken soy?

En este revés la imagen subordinada de Ken protagoniza la ridiculización del machismo y de la hegemonía masculina en la sociedad contemporánea, en la que Barbie es una muñeca que deja atrás el estereotipo de la mujer ama de casa que espera al marido con el pastel en el horno al final del día. Así, en todo este tiempo, Ken pareciera haber sido la contraposición al libro del Génesis, donde es él quien sale de la costilla de Barbie para hacerle únicamente compañía.

Tanto en Ken como en Barbie, surge la pregunta por el yo, pero no a nivel filosófico –no pidamos mucho-. Se trata, antes bien, de un “¿Y ahora qué?”, en donde el contacto con el mundo real los hace sentir castrados. Y aquí volvemos al Génesis, en donde, tras cometer el pecado original (al que llamaremos un bocado de realidad para efectos de la película) Adán y Eva se sienten desnudos, expuestos, avergonzados. En el caso de la pareja de plástico se sienten incompletos, sin falo, sin vagina, sin poder. Abren los ojos en un mundo donde el sexo determina el poder y este determina quién es quién.

Las arenas –aún movedizas- del género y el poder son transitadas casi de puntillas, tal como los pies de la muñeca, tímidamente, y con intención explícita de satisfacer a todos, vuelve a recurrir al humor como recurso leve, pero certero, en lo que va de la cinta.

Otro recurso acertado es el de la imagen creador-creación y nos remite a célebres usos en cintas como The Truman Show, Matrix o El Todopoderoso. En donde se confrontan las intenciones de lo imaginado y la realidad de creado, lo cual puede llegar a producir diálogos estremecedores, reveladores o conmovedores. Y Barbie lo logra con mucha simplicidad.

Si la película tiene más aciertos que demérito en sus intenciones inclusivas y con una mirada al futuro, lo es más aun el marketing y las espectaculares campañas que han precedido a su estreno. La película no deja de ser un catálogo abierto al merchandising y su extensión en un prolífico soundtrack oficial. Pero es claro que si se piensa ir a verla con niños o adolescentes, es posible que se lleven interesantes discusiones a casa; porque, parafraseando el libro de Judith Butler, hay cuerpos que importan.


Escrito por

Kristhian Ayala Calderón

Comunicador social y profesor universitario. Magíster en Estudios Culturales. Jefe de comunicación corporativa. Historias urbanas.


Publicado en

Solo por escribir

Sin miedo a la página en blanco