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La intolerancia voraz

El futuro de la supervivencia en “Divergente”

Publicado: 2014-04-22

Las civilizaciones post apocalípticas en el cine nos remiten a los años 80’s, en que películas como Mad Max y Terminator delineaban la supervivencia humana marcada por la supremacía del más fuerte o el más inteligente. Nos enfrentábamos al miedo de la guerra, cuyo mayor referente hasta entonces había sido la Segunda Guerra Mundial y las interminables batallas en el Medio Oriente. El aspecto profético del fin del mundo y la llegada del mítico año 2000 nos hacían ver el futuro como la inevitable recta final. 

Sin embargo, ya pasado el umbral del milenio, surge una literatura que ha reconfigurado el futuro y los propios temores frente a la inminente extinción de la raza humana y, con ella, de todo orden social y régimen. Ya no surge únicamente la figura del dictador, sino que se reformula la participación del joven como protagonista, empoderado, héroe, responsable investido en toda la parafernalia mesiánica y profética de la esperanza.

Divergente, en tal sentido, representa la nueva era de la narrativa sobre un futuro que apela a la supervivencia y la competición (discurso coach del joven emprendedor que elige su futuro, muy en boga en las últimas décadas). Ya, series como “Lost” o “Heroes” nos llevaban a este universo de la lucha por instaurar o restablecer la idea de civilización en función a un orden. La versión cinematográfica del libro homónimo de Verónica Roth, en la dirección de Neil Burger, nos muestra precisamente esta condición de una sociedad “reestablecida” con las nuevas normas, el nuevo control, bajo la figura del protagonismo, el liderazgo y la aparente estabilidad social. Algo que ya hemos visto en las dos primeras adaptaciones de “The Hunger Games”, de Gary Ross.

La adaptación de Burger es fiel al texto al presentarnos las cinco facciones de un nuevo orden en una sociedad de postguerra. Abnegación, Erudición, Verdad, Cordialidad y Osadía, fueron creadas para subsanar los antivalores de egoísmo, ignorancia, engaño, agresividad y cobardía, respectivamente, que ocasionaron la gran guerra. Esta supuesta armonía no es más que un perverso velo que oculta una de las peores lacras de la civilización: la intolerancia a un “otro”, diferente, real, divergente.

Esta figura de las cinco facciones es justamente la puesta en valor de la decisión humana y la cuestionada libertad, condicionada por el discurso del consumismo y la aparente estabilidad del capitalismo tardío y el neoliberalismo económico. Pero, por sobre todo, es una revisión frontal del ejercicio del poder y la intolerancia, la condición subalterna del “otro” diferente, que incomoda. Aquí no existe un discurso alternativo, quien no elige facción es un indefinido, sin futuro, frente a la imagen del que elige, un ganador, un protagonista (casi como el propio discurso de captación de las universidades-empresa en la actualidad). Y todo se convierte en una carrera voraz por el éxito y la aceptación dentro del establishment. Pero el divergente es una amenaza, pues es capaz de no poseer una sola cualidad, su versatilidad lo vuelve fuerte y real frente a lo simbólico, frente a sus propias fobias. Es un error en la programación – como lo fuera Neo en Matrix- que hay que corregir eliminando y reafirmando el poderío frente al resto. La adaptación de Neil Burger, en este sentido, devela la decadencia de este sistema, pues presenta la crisis y la ambición de control que existe entre los líderes de cada facción, lo cual conlleva a una inevitable persecución moralista que urga en el pasado de cada líder y descalificarlos ante la sociedad.

No sería pertinente juzgar la calidad de esta primera entrega de Burger sin antes destacar el tema central del libro que, a mi juicio, adapta aceptablemente. De cualquier forma, en tiempos de pugna por la igualdad, la acentuación de las diferencias, el enfático discurso del progreso y la modernidad, es bueno recordarnos la tiranía de la intolerancia y el rol del subalterno, invisible y apagado, tan presentes en lo postmoderno de nuestra sociedad.


Escrito por

Kristhian Ayala Calderón

Comunicador social y profesor universitario. Magíster en Estudios Culturales. Jefe de comunicación corporativa. Historias urbanas.


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