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Relación e-lógica

Aproximación a una realidad ineludible en “Her”.

Publicado: 2014-04-16

Todo resulta tan propio mientras nos involucramos en la historia de “Her”, la última película de Spike Jonze, ganadora del Oscar al Mejor Guión Original, que no es absurdo repetir aquello de “un futuro no muy lejano” que ha entrelazado la historia y la ficción en el cine.  

Narrada inevitablemente en lenguaje de Vimeo e Instagram (Jonze es un artífice de videos musicales, además) la trama nos envuelve en una situación que bien podría ser la de cualquier sujeto de nuestros tiempos, sin ser precisamente un geek.

En un mundo en el que la gente no tiene tiempo de plasmar sus emociones en un carta, que no expresa sus sentimientos con facilidad y que requiere de la tercerización de tales actividades, la humanidad ha dejado de lado casi por completo el contacto físico y la interacción personal, cuando no el encaro de las emociones y temores.

Theodore es uno de estos escritores contratados para escribir cartas a seres queridos y su soledad, en tal sentido, es la condición ideal para el surgimiento de situaciones que lo vuelven extremadamente dependiente de la tecnología y la abstracción de lo real y, que además, es la propia condición del típico usuario de las redes sociales. Entre aquella dependencia y deseo, Theodore arrastra la vorágine de su fracasada vida afectiva, mientras debe “comerse” las historias de otros para elaborar un discurso romántico, reconciliador, conmemorativo, pero finalmente ajeno.

En el marco de esta farsa, el ermitaño Theodore no es más que la carencia de quien elabora discursos para otros pero que no logra elaborar uno para si. Separado, aferrado a los recuerdos de su última relación y con una firma de divorcio en ciernes, el escritor de cartas recurre a la tecnología para hallar entretenimiento y satisfacción sexual, pero siempre impersonal.

La aparición de un sistema operativo que asista y solucione la vida de los usuarios acelera la aburrida vida de Theodore. Decidido a experimentar la nueva era en la solución de la vida -tal como se vende el sistema- nuestro escritor comienza a sorprenderse de su maravillosa eficiencia y se involucra decididamente en su progreso diario. “Samantha” se convierte así en la compañía que, rápidamente, entre la sorpresa y el encanto, el solitario escritor necesita. Cualquier parecido con el sistema operativo de tu smartphone es pura coincidencia.

Pero, lo más destacado del guión de “Her” es la capacidad de convocar en diálogo las carencias afectivas y las necesidades tan identificables del hombre postmoderno y su inevitable apego a lo virtual, como aquel refugio de las propias banalidades. No hay aquí una relación más “e-lógica” que la misma realidad condicionada por la fantasía – según el discurso lacaniano - pues es esta “realidad”, con todo ficticia o absurda, la que los protagonistas se esfuerzan por hacer efectivamente real. Theodore, en su afán por legitimar su relación con Samantha, defiende su derecho a ser feliz y a vivir esta realidad que –insisto desde Lacan- quiere hacer real, válida, placentera y funcional. Por tanto, la fantasía de Theodore decide lo que es la realidad, hasta que llega el desencanto y es entonces que la desesperación se convierte en ese velo caído, en ese despertar incómodo que te recuerda que lo simbólico no encaja en aquello que te salta a los ojos.

La sintonía con un guión como el de “Her” te provoca elaborar más de un final alternativo frente a la desesperación por un “happy ending”; desesperación con la que también se busca una satisfacción social en las redes y aplicaciones sociales, pero, por sobre todos los elementos, es un guiño a la compleja dependencia de la persona que, irónicamente, se vuelve cada vez más ajena.


Escrito por

Kristhian Ayala Calderón

Comunicador social y profesor universitario. Magíster en Estudios Culturales. Jefe de comunicación corporativa. Historias urbanas.


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